Cinco de la mañana. Me despierta Cata, la gata, entrando al dormitorio y maullando de una manera especial. Conozco ese maullido, es el que hace cuando cazó algo y lo trae de regalo pero aún esta "luchando" con la presa.
La escucho medio dormida y pienso que es una cucaracha pero al segundo cruza la cama velozmente, pasa por sobre mi cabeza y tira una taza de la mesita de luz. El estruendo me hace levantar de un salto y prender la luz pensando que es una torcacita. No sería la primera vez que termino juntando plumas regadas por toda la casa!. Miro debajo de la cama y ella graciosamente también pero después dirige la atención hacia la pared y allí la veo: una pequeña ranita huyendo despavorida hacia el techo y poniéndose a salvo bien arriba. Respiro aliviada y vuelvo a acostarme.
Pero Cata empecinada, se ubica a mi lado, a la altura de la cabeza, haciendo guardia para ver si en algún momento puede agarrarla. Imposible dormir así, me dí por vencida y me levanté. Ella se quedó con la mirada fija en el techo y en un estado de concentración que cualquiera envidiaría.
Cinco y cincuenta estaba regando el jardín, con sueño pero tranquila porque la pequeñita se había salvado.
Cuando mi compañero se levanta (increíblemente nunca se enteró de nada) me dice: - había una ranita muerta sobre las sábanas...
Será posible esta gata? me pregunto cómo la alcanzó?
Hoy sale una siesta hoy.
Fotografía: Angi Wallace (@angiwallacephotography)