Acostada y en silencio
con los ojos cerrados
busco y percibo los
huecos corporales.
Los descubro y recorro
pacientemente.
Los imagino:
la cavidad de los ojos,
sobre la boca,
el surco subnasal.
El hoyuelo del mentón
y más abajo
el huequito sobre el esternón.
Las axilas y
las palmas de las manos,
El ombligo.
Por detrás
un espacio hueco debajo del cráneo
y en contacto sutil con la tierra,
que le dará más o menos profundidad,
las curvas cervicales
y lumbares.
Las rodillas y sus poplíteos.
Los arcos de los pies...
Huecos que invitan
a ahondar en ellos para
armar un cuerpo presente,
un cuerpo que viva y respire serenamente
entre tanta pantalla plana.
Fotografía: Tolatra Ramboasolo
viernes, 24 de abril de 2020
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