Volvía a casa en colectivo. Era la hora en la que todos vuelven a sus hogares después de un día de trabajo por lo tanto el colectivo estaba lleno.
Tranquilamente iba mirando por la ventanilla mientras cruzábamos el arroyo Las Piedras de San Francisco Solano cuando durante unos minutos experimenté algo singular. Algo que nunca había vivido. Por lo menos no con esa profundidad. Algo que varias veces leí y de la que muchas hablé en las clases de yoga. Las palabras se quedan cortas para explicar la vivencia pero la narro para dejar testimonio.
El tiempo se detuvo o algo así. Mis sentidos y la mente desaparecieron y "algo" más contundente y abarcador me permitió comprender todo sin entenderlo (sí, así es).
"Maya" y todo su poderío se derrumbó ante mis ojos permitiéndome vivenciar por unos instantes que conformábamos un único ente, un único organismo, un único ser (qué difícil de explicar!) y todo estaba bien así como se presentaba ya que nada sobraba y nada faltaba. Era como un estado en el que miraba por vez primera sin distorsiones ni reflejos.
Felicidad?, completud? pequeño samadhi? no quiero ponerle una etiqueta. De lo que estoy segura es que fue un regalo. Sucedió de pronto, de manera imprevista, no buscada y marcó un punto de inflexión en el camino...la Gracia siempre estuvo allí solo que hasta ese momento no la había visto en su real dimensión. Otra ventana más en la que antes era solamente una pared. Agradecida.
A. M. A.
domingo, 19 de enero de 2020
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