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Este año llegué a dar clases presenciales únicamente las dos primeras semanas de marzo. Luego comenzó la cuarentena y obviamente las suspendí. Me resistí dos meses a la virtualidad y finalmente comencé, en mayo, a dar por instagram clases sencillas sin estar totalmente convencida.
Continuo en junio con la nueva modalidad. Y por lo que observo, seguiremos por unos cuantos meses más. Intento verle el lado positivo: muchos pueden darle continuidad a sus clases, moverse, estirarse, respirar con conciencia!!, relajar, tener un tiempo para la introspección, para la reflexión y meditación etc, que quizá de otra forma no tendrían. Y, además, aportar mi granito de arena acompañando desde el yoga, en este tiempo tan desafiante.
Cada vez que me conecto y el celu me indica que estoy en directo, leo sus nombres, veo sus saludos y los imagino entrando al salón y acomodándose. Puedo "ver" sus caritas, recordar sus singularidades y de esa manera la clase fluye con absoluto sentido.
Procuro no perder de vista que detrás de la pantalla hay personas y que cada una de ellas están presentes con sus dolencias físicas, emocionales, mentales. Que hay todo un mundo detrás de la pantalla: docentes, personal de la salud, algunos cuidando enfermos, otros con poco trabajo. O sin problemas económicos pero cansados etc, etc, etc...tantas realidades como personas.
Y a medida que transcurre esa bendita hora va asomando la certeza de que todos estamos haciendo una experiencia individual en la misma galaxia espiral, como hilos sueltos en un telar único y la verdad, es que no puedo más que agradecer.
A. M. A.
