En el 2012 realicé un hermoso viaje recorriendo y conociendo el norte
del país. Por momentos quedé extasiada con sus paisajes, la inmensidad
de la cordillera de los Andes, el sonido del silencio a 4000 metros de
altura, la serenidad de sus animales, la diversidad de colores y la paz
de su gente sencilla.
Había instantes (mínimos) en que el paisaje y
yo eramos uno: una experiencia sublime.
Al llegar a casa pensé "ya no
voy a revivir lo que sentí en el Norte" pero increíblemente en el jardín
del fondo de casa volví y vuelvo a "vivir" algo similar cada vez que
estoy PRESENTE y recordé lo que una vez me dijo un maestro de la vida:
"no necesitas irte lejos, salí al jardín, mira a tu perro directo a los
ojos, cuida tus plantitas: allí está todo"...Gracias Camilo!
A. M. A.
sábado, 14 de octubre de 2017
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